¡Con la ilusión de un pueblo no se juega señores! Siempre he sido amante del circo, pero de ese de verdad, que con respeto y profesionalismo en cada función, aunque sea bajo la carpa más humilde, sus artistas saltan a la pista con la verdadera y noble misión de darle una sonrisa al respetable, como dice el Sr. Corales.
Al pueblo le gusta el circo ¡claro que si!, pero ese circo de trabajo incansable y responsable, como lo hace un verdadero payaso, que una vez terminada la función el publico sabe premiar con un aplauso-emocionado a veces- y con las sonrisas de un niño.
Pelucas y maquillajes de un payaso solo enaltecen a la persona que esta tras de ello, porque mas que pintar su rostro y adornar su nariz, es una lección de humildad. El verdadero payaso no busca ser reconocido públicamente, solo quiere darle verdadera ilusión y alegría a su público.
Solo una vez terminada la función, sólo en su camarín, se despojara de sus vestimentas con la verdadera satisfacción del deber cumplido.
A aquellos otros “payasos”, esos de terno y corbata, esos que buscan su propia “gloria”, a costillas de la ilusión de todo un pueblo lleven su propio circo a otros Lares, donde seguramente instalaran una buena carpa, y que sin pinturas y pelucas buscaran –como buenos ególatras y caras duras- el reconocimiento público, y el aplauso del respetable.
“El pueblo no renuncia nunca a sus libertades sino bajo el engaño de una ilusión” (Edmund Burke, escritor Británico)
Gatomontes
Al pueblo le gusta el circo ¡claro que si!, pero ese circo de trabajo incansable y responsable, como lo hace un verdadero payaso, que una vez terminada la función el publico sabe premiar con un aplauso-emocionado a veces- y con las sonrisas de un niño.
Pelucas y maquillajes de un payaso solo enaltecen a la persona que esta tras de ello, porque mas que pintar su rostro y adornar su nariz, es una lección de humildad. El verdadero payaso no busca ser reconocido públicamente, solo quiere darle verdadera ilusión y alegría a su público.
Solo una vez terminada la función, sólo en su camarín, se despojara de sus vestimentas con la verdadera satisfacción del deber cumplido.
A aquellos otros “payasos”, esos de terno y corbata, esos que buscan su propia “gloria”, a costillas de la ilusión de todo un pueblo lleven su propio circo a otros Lares, donde seguramente instalaran una buena carpa, y que sin pinturas y pelucas buscaran –como buenos ególatras y caras duras- el reconocimiento público, y el aplauso del respetable.
“El pueblo no renuncia nunca a sus libertades sino bajo el engaño de una ilusión” (Edmund Burke, escritor Británico)
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